Después de
despedir a Blancanieves, que abandonaba la casa de los enanos, en la grupa del
caballo de su príncipe, unos cuantos animales del bosque decidieron convocar
una asamblea para organizarse y ver si era posible nombrar un jefe.
El zorro plateado
fue el primero en dirigirse a la asamblea se hizo un hueco en medio del grupo y
declaró:
-Sí me votáis
a mí, prometo no volver a perseguir a los conejos, pues aprendí a alimentarme
de frutos del bosque, de vegetales y de insectos.
Seguidamente
el gato sin botas, de un salto se subió a la testa del corzo solitario y
proclamó:
-Votadme a mí
y dejaré en paz a los ratones; de hecho ya hace tiempo que no los persigo; me
proveo de comida en casa de los enanos. A ellos les sobra.
El pato mandarín,
recién llegado de China, batió las alas y dijo:
-Pues yo, si
me votáis pescaré en el río y tendréis peces tres o cuatro días a la semana.
-Yo prometo
hacer un dique para embalsar el agua del río –dijo el castor constructor- facilitando
así la pesca al pato mandarín.
-Pues yo creo
que no deberíais fiaros de este pato tan exótico; no creo que sepa pescar –dijo
el ánade real-. Os pido el voto para mí, porque estoy seguro de que yo
seré mucho más eficiente que él en ese
cometido.
El lirón careto
prometió suministrar suficientes frutos secos a toda la comunidad.
-No le hagáis
caso; se pasará la vida durmiendo y se olvidará de cumplir su promesa. –advirtió
la ardilla y añadió, mirando a los reunidos-. Ese trabajo lo puedo realizar yo
mucho mejor que él.
-Es verdad
que tengo fama de dormilón, pero eso es porque soy tan hábil en mi trabajo que
me sobra mucho tiempo –replicó el lirón.
Desde una
rama, el arrendajo azul reclamó la atención de la asamblea:
-Estáis en un
error; el jefe no tiene que trabajar para la comunidad, el jefe tiene que
vigilar y dar la voz de alarma si ve acercarse un depredador, y eso es evidente
que nadie puede hacerlo mejor que yo.
El corzo solitario
protestó:
-¿Pretendes
que pongamos de jefe a un pájaro? –Y dirigiéndose a la asamblea, proclamó-: Yo
soy el más idóneo para la jefatura, ¿no veis que soy el más alto, y el más
elegante?
-Pero yo soy
el más fuerte –repuso el lobo feroz saliendo de detrás de unos matojos. Al
oírle todos corrieron a esconderse.
-¡Un momento!
–gritó-. No huyáis que yo no me como a nadie.
-Te has comido a la abuela de Caperucita
–replicó el corzo solitario.
-Eso es no es
verdad. Caperucita y yo somos amigos, a menudo me invita a comer en su casa. Su
abuela se murió de vieja. –Así habló el lobo feroz, pero viendo que todos le
miraban de reojo, dispuestos a echa a correr en cuanto intentara acercarse,
decidió retirar su candidatura e irse por donde había venido.
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