El rimmel - Se acaba el tiempo, señora, no creo que llegue a esta noche. La mujer le miró, pensativa, dándole las gracias. Cuando se quedó a solas con el moribundo sacó el móvil. - Javier –dijo imperativa-, no tengo tiempo de explicarte. Manuel ha empeorado, se muere. Vende todo, líbrate de mis acciones, la empresa no aguantará. Y ten paciencia, pronto podremos vernos y estar juntos, ahora no. Estaba mirando por la ventana cuando entró su hijastro, con cara demudada. Apenas hubo un saludo entre ellos. La mujer empezó a llorar mansamente. “Se me correrá el rimmel”, pensó.
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Objetivo: la luna. —¡Se acaba el tiempo, mama! Ven rápido… —toda la familia estaba reunida delante del televisor, con el corazón en vilo. Era un 16 de Julio de 1969 y el sueño de muchos hombres estaba a punto de hacerse realidad… Por fin, se escuchó el final de la cuenta atrás… —Tres, dos, uno, cero… —el mundo contuvo la respiración… De entre una nube de humo y fuego, el Apolo XI comenzó a elevarse… Minutos después, el júbilo inundó el mundo. —¡Vamos chicos! —gritó el director de ese gran espectáculo— Tenemos que preparar el otro escenario: la árida luna.
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A SUELDO Se acaba el tiempo, pasa veloz con esa mujer; pero es la hora. Se acerca a la ducha y contempla las gotas de agua resbalando por su cuerpo, ella le mira entre el pelo húmedo y sonríe. De nuevo la desea, se acerca, la besa, levanta la mano y dispara un solo tiro. Su cara dibuja una mueca grotesca mientras va desplomándose como una muñeca de trapo. El agua se vuelve rojiza. Retira el silenciador del arma y la guarda en su cintura. Mira alrededor: todo está en orden, alisa su traje impecable y desaparece. Misión cumplida.
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CAIDA EN SACO ROTO --Se acaba el tiempo, doctor, se muere. --No, no, el besilato, antídoto para el amlodipino, le hará efecto en pocos minutos. La enfermera miró el monitor del ritmo cardíaco cuando empezó a sonar el pitido continuo “biiiiiiiiiiiiip” --¡Doctor, el corazón…! –al volverse vio al doctor que comenzaba el masaje cardíaco. Pero nada se pudo hacer, el infarto de miocardio agudo fue determinante. --¡Dios!, el efecto inotrópico negativo del amlodipino ha provocado el infarto. --No tenía historial, doctor, estábamos haciéndolo… El doctor la miró, pensando: “Pero su hijo me advirtió de su alergia, y yo…”
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El fracaso no es una opción Se acaba el tiempo, y el ladrido del perro, aunque lejano, no tranquiliza a Eva B. No importa cuántas veces ella y su novio imaginaron aquella situación, ni que entonces su reacción fuera siempre perfecta. Sabe que no puede ser descubierta o el esfuerzo y el riesgo no habrán servido para nada, como no sirvieron con tantos compañeros que fracasaron antes que ella. Pero es demasiado tarde para reaccionar. -Señorita, ¿qué es ese papel en el dobladillo de su falda?
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NO RESPONDAS -Se acaba el tiempo, dime, a quién quieres más, a papá o mamá?. El ladrón había entrado por la ventana, tenía a su padre y a su madre atados a una silla y encañonados. El niño les miraba, sabía que de su respuesta saldría el superviviente. El encapuchado parecía divertirse con la situación. -Venga chaval, tú eliges con quién te quedas. Mami o Papi?, me lo dices o me los cargo a los dos. Lo gracioso era ver sus miradas, suplicando ser elegidos. El niño pareció tener ya su respuesta. -No quiero a ninguno.
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Ganándose el pan -Se acaba el tiempo. -Ya. -Tenemos que decidirnos: cable rojo o azul. -No es posible que nos estemos jugando la vida de este modo. -Pero lo hacemos, todos los días. Cara o cruz. -Hemos sido buenos compañeros, ¿verdad? -Los mejores. … -Rojo, un buen color para morir. -Y para vivir, también. -Siempre has sido un optimista. Las cámaras y altavoces de sus trajes lo registraban todo. A cientos de metros de distancia tenían que estar sudando la gota gorda. Ellos no. Se guiñaron un ojo y cortaron el cable rojo. Eran los mejores, sí, también para poner una bomba.
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Justo a tiempo —Se acaba el tiempo. —Sólo un instante... —Os queda menos de un minuto. —Esperad, esperad, creo que lo tengo... no, no. ¿Cómo era? Lo he visto. Sí, hace un momento. Por un instante, un resquicio, una grieta... —Se os agota el tiempo. Rendios o moved. —¡Ya lo tengo! ¡Claro! ¡Eso era! —¡Sólo cinco segundos! —Me bastan. Muevo este alfil y como el caballo. ¡Jaque mate!
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Juicio —Se acaba el tiempo, ¿tienes ya la respuesta? —No. —No puedo seguir esperando. —Ni yo responder. —¿Entonces? —Usted decide. En los partidos de fútbol el árbitro no puede penalizar si no ha visto la falta. —Ya, pero… él dice que lo mataste tú. —Y yo que si lo hice, no lo recuerdo. No es culpa mía que usted no estuviera mirando cuando pasó. Se supone que Dios lo ve todo. —Pues ya ves… Y al cielo, con esa duda… no puedo dejarte pasar. —¡Ah! Y al infierno ¿sí? —No claro, tampoco. —Pues usted dirá. —¿A cara o cruz?
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On/Off Se acaba el tiempo y tienes más dudas que hace sesenta segundos. Cable rojo, cable azul. Todo se reduce al mismo cincuenta por ciento. Ganar o desaparecer. Frotas de nuevo tu lengua de esparto por tus labios resecos. El pequeño marcador luminoso empieza sus últimos diez latidos. Cable rojo, cable azul. En las películas, todo es más fácil, el uno nunca se convierte en cero y el último suspiro siempre es de alivio. Cuatro segundos Tu mano oscila como un péndulo. Tres segundos. Farfullas una oración y... ...dos segundos... ...eliges un color y... ...un segundo... ...cortas y...
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Camino a Madrid -Se acaba el tiempo, camarada. -El tiempo no se acaba, amigo Fontádez. El tiempo no tiene fin, por mucho que los hombres queramos ponerle límites. Un segundo sigue a otro segundo, un día a otro día, un siglo a otro siglo…y así toda la eternidad. ¿Y qué somos los hombres? Seres que pululan por este ente que llamamos tiempo; sin rumbo, sin ni siquiera decidir cuándo venir y cuándo irnos. Así de insignificantes somos, Fontádez, por más que nos empeñemos en ser dioses. -Camarada… -Sí, ya sé… se acaba el tiempo.
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El negro -Se acaba el tiempo de los lamentos -dictaba paseando por la estancia-. Viene una nueva época, dominada por la felicidad. Construiremos ciudades con casas de chocolate. Sus puertas serán de gominola. El asfalto será carbón de reyes y... ¡bah!, déjalo -dijo tocándose la barba. -¿Por qué?, si era muy bonito... -dijo ella, levantando la vista de la pantalla y apartando las manos del teclado-. Si yo escribiera esto conseguiría un gran libro -añadió con seguridad. -Mejor escribe esto otro, Ana, mejor escribe esto otro... -dijo el negro, reanudando el paseo por la estancia y mirándola de reojo, no muy convencido.
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