En la lavandería Faltaba lo mejor: el centrifugado de mi colada, durante el cual por fin entablamos conversación, pidiéndome, ella a mí, una ficha. Me ofrecí a metérsela yo mismo, pero los nervios me traicionaron. Antes de que pudiera comprobar siquiera si entraba o no en el orificio, �se me fue de entre los dedos, cayendo sobre el embaldosado. Me lancé a recogerla, cuando su mano larga y segura se me adelantó. “Yo te ayudo”, me dijo. Cogiendo mi mano y llevándola al orificio, con el susto todavía en el cuerpo, tanteamos �la raja. ¡Por favor, entra...! ¡Entra! |
Laboratorio �Faltaba lo mejor. -�El centrifugado va�a tardar un rato –dijo. -�Sí –respondió él-, es un aburrimiento esperar tanto. -�Pagándonos lo que nos pagan, se podían meter el control de calidad y el zumo que producen por donde yo me sé. El compañero nuevo sonrió. Le gustaba su desparpajo. Otras cosas también. -�¿Qué hacemos mientras tanto? –preguntó ella haciéndose la tonta. -�No sé. ¿Jugar a algo? -�¿A qué? –su mirada tenía cada vez mayor interés. -�Sé algunos juegos muy divertidos –dijo él acercándose. -�Estoy segura de ello –murmuró. |
ADN de chantajista �Faltaba lo mejor: el centrifugado que extraería las muestras de ADN y determinaría la inocencia o la culpabilidad del presidente de la corporación. Del resultado del análisis dependía no solo el veredicto en el juicio por violación, sino también el futuro del emporio. El técnico del laboratorio pensaba en ello cuando sonó el teléfono. — ¿Qué pasa? —contestó con desgana. —Buenas noticias —respondió una voz nerviosa—. Accedió a nuestras peticiones. Tengo el dinero.
El técnico cortó la llamada esbozando una sonrisa de satisfacción. Luego, desconectó la centrifugadora y comenzó a manipular las pruebas. |
Arma letal
Faltaba lo mejor: el centrifugado, después tendría que analizar el resultado de la muestra y sabría si ya había encontrado lo que estaba buscando. Esta vez había sido ultra centrifugación ya que todo lo demás le había fallado. Sacó los tubos de ensayo de la centrífuga, en tres de ellos la sedimentación era normal, en el cuarto un minúsculo renacuajo luchaba por vivir. Lo miró embelesado, por fin había dado con la fórmula, ahora solo restaba observar si aquel bichejo era capaz de sobrevivir. Si la respuesta era afirmativa, el mundo iba a saber quién era Pancracio Buendía. |
Aquellos maravillosos años Faltaba lo mejor: el centrifugado. Los pequeños nos sentábamos alrededor del campo de fuerza esperando que iniciara su girar vertiginoso y extrajera, con una explosión rojiza, esa pulpa viscosa y deliciosa que después engulliríamos con deleite. Cuando nuestro exoesqueleto ya vibraba de impaciencia, entraron esos chiflados gritando extrañas consignas a favor de la vida digna de todos los seres, aunque fueron neutralizados enseguida. — ¿Ellos también sienten? —le pregunté a Krxitnbv, desconcertado por lo que había oído. — ¡No seas idiota! —Respondió malhumorado— ¡Calla que ya empieza! Fue el más delicioso jugo de humano que jamás haya probado... |
Aspirante a astronauta Faltaba lo mejor: el centrifugado. Con la cabina rotando y sometido a una elevada gravedad artificial, Marcos estaba seguro que sería el mejor. Su formación zen y sus años yogui en el Nepal le permitirían resistir durante largo tiempo aquellas condiciones extremas. La velocidad se fue incrementando y la estructura del aparato comenzó a temblar peligrosamente. Las normas de la prueba eran claras: se detendría cuando los sensores detectasen el desmayo del sujeto. Marcos estuvo a punto de entrar en orbita incluso antes de obtener la plaza de astronauta. Por desgracia, lo impidieron las sólidas paredes del laboratorio. |