Enhorabuena, Daniel. Buen micro, aunque con un tema recurrente en el concurso.
Enhorabuena que hago extensiva a todos, pues de un modo u otro mantenemos vivo esto y ello permite soñar con que, por lo menos, podamos celebrar pronto la edición número 100.
Van unos breves comentarios sobre los cinco micro relatos que acompañaron al mío.
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Feliz año nuevo : Supongo que habrá lugares donde la noche vieja se celebra con petardos. Pero por un momento los petardos me desconcertaron. Creo que la primera frase ha de quedar como sugiere Rosa, ya que está narrada por alguien que nos cuenta lo que él “dijo”, no lo que “dije”. No he podido evitar pensar en el primer relato del taller, y aquí, lo mismo que allí, me queda la duda de si el pobre sujeto, simplemente, va una vez más a meterse el chute de caballo, o va de verdad a buscar la sobredosis final que acabe con el infierno de su degradación.
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El efecto 2000 y pico : Busco siempre el micro relato químicamente puro. Y este tiene uno de los ingredientes. Pero sólo uno. Le falta que, aparte de ser brevísimo, diga algo que permita, como una gota de agua, imaginar la existencia de un océano. Este micro es una broma, nada más. Sólo faltaba añadir dos palabras: Para Fin de Año del 2200, todos muertos. Sí. ¿Y qué?
Por cierto, no estoy de acuerdo con Rosa. No podemos poner un límite mínimo de palabras en los micro relatos, pues la brevedad puede llegar a ser el mayor valor. De hecho, creo que lo he mencionado alguna vez, uno de los mejores micros del concurso fue aquel de Juan, que decía algo tan breve como esto:
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Abre los ojos. Una vez para decir sí. Dos para decir no.
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¡Dramático! Un escalofrío nos recorre la espalda y nos estremecemos al pensar en la víctima de un síndrome de cautiverio, con un tumor o una lesión neurológica que le mantiene en vida pero totalmente desconectado de su cuerpo, hasta el punto de que sólo puede hacer algunos movimientos como abrir y cerrar los ojos.¡ Una mente despierta prisionera en un cuerpo prácticamente muerto!
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Previsión de futuro : Buen micro relato, donde se debate una cuestión ética fundamental, ofrecida desde la perspectiva del sujeto principal. Creo, como ha dicho Carlos, que pueden suprimirse tres palabras (y pronto moriré). Hubiese merecido un notable sin ellas.
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Empezar a vivir : Por una parte me gusta como arranca, pues nos habla, en dos pinceladas, de una historia de maltrato y de sufrimiento. Pero el final es ambiguo. No me refiero a la situación: tres metros bajo tierra es algo claro y descriptivo. Me refiero a cómo ha llegado o va a llegar a ella. ¿Lo han ejecutado? ¿Ha muerto por sus vicios, el alcohol y la droga? ¿O, y esta explicación me gusta más, la persona que habla a la pobre maltratada – tal vez un hijo – se encargó o se encargará de que para fin de año todo vaya a ser mejor… Claro que esa ambigüedad podría considerarse un mérito, pues deja al lector escoger la pieza que mejor le encaje al final.
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Vuelta a empezar: Es evidente que tiene aspectos positivos. Logra una sonrisa que mitiga lo que de �triste pudiese tener la situación de esa �mujer. �Pero el modo en que se extiende el diálogo va en contra de la esencia de un micro. Y los micros con abuela o abuelo con demencia, cuando vamos hacia la 100ª edición, tienen ya algo de dejà vu.
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