Banzai�
–¿Ah, sí? –respondió Nanako mientras le besaba en el cuello–. ¿Y cuántos barcos serían, querido? ¿Diez? ¿Quince? –Siete destructores y cinco portaaviones, mi amor. ¡Qué preguntona y cariñosa estás hoy! –Bueno, ya me conoces –ronroneó ella mientras le desabrochaba la chaqueta. Unas horas después, el consulado japonés en Washington recibía desde Pearl Harbor el siguiente cable: OBJETIVOS PRINCIPALES FUERA DE ALCANCE. INICIEN BÚSQUEDA DE FLOTA NORTEAMERICANA DE INMEDIATO. IMPOSIBLE MANTENER TAPADERA POR MÁS TIEMPO. REALIZAR ATAQUE CUANTO ANTES. PALABRA CLAVE: "TORA-TORA-TORA" |
La sorpresa de tía Paloma � |
La galleta Para Navidad, el sargento tenía solo una galleta añeja. Sus compañeros de trinchera, ni eso. A su lado, un hombre temblaba. —¿Qué le pasa, cabo? Anímese —le dijo. —Es Navidad, mi sargento —se justificó aquel—. Dios ha nacido y yo moriré sin fe, lejos de casa. El sargento gruñó y después se sacó del bolsillo la galleta. —Tenga. Mi regalo de Navidad. Al amanecer ordenaron atacar. Con el estómago vacío, el sargento cayó de rodillas en el campo de batalla. Mientras se desangraba, pensó aliviado que nunca más pasaría hambre. |
En el trullo —Para Navidad me gusta reunir a toda mi familia y celebrar la fiesta como mandan las tradiciones. Regalos, pavo, turrones... Pero este año me parece que no va a poder ser. —Más bien no. Pásame esa jarra, que el rancho que nos ha dado el carcelero para comer me ha dejado la boca seca. —Aun me pregunto quien dio el chivatazo...
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Navidad, Navidad, dulce Navidad “Para Navidad empezaremos a vender los disfraces. En Carnaval empezaremos con las torrijas y a promocionar la Semana Santa. En Semana Santa prepararemos los viajes del verano. En verano idearemos la estrategia para comercializar las setas, las castañas y los boniatos. Y en otoño pondremos a la venta los turrones y polvorones.” “¿Y cuándo viviremos?” “Mañana, hijo, mañana”. |
El premonitor
—Ya te conozco, ya. Eres… —No lo digas, Juan. Te he dicho que si no me he ido para el otro barrio, nunca fallo una premonición, y te veo leyendo… ¡ja, ja, ja —Ignacio reía mientras se alejaba por el pasillo de la editorial. Aquella noche, llegando la madrugada, Ignacio llegaba al portal de su casa tambaleándose, por el fuerte viento, o por el alcohol ingerido. Al entrar, una maceta, movida por el fuerte vendaval cayó, rompiéndole el cráneo y sus premoniciones. |