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JAVIER REVUELTA BLANCO
JAVIER REVUELTA BLANCO
14 de Abril de 2023, 12:43

El legado de mi padre

Todo comenzó con la muerte de mi padre. Como todas las muertes, la de mi padre no fue casual. Su extinción corpórea estuvo precedida por una progresiva parálisis, un ronroneo de articulaciones, músculos y huesos que con el paso del tiempo se fueron anquilosando, hasta el punto de mantenerlo inmóvil. Yo sabía que se preparaba para partir, así que permanecí junto a él, inundando la estancia con todo el amor que pude sentir, en medio de tanta tristeza. Un buen día, a eso de las cuatro de la tarde, abrió los párpados, me tomó de la mano y mirándome con los ojos del alma exhaló su último aliento.
Después de su deceso, un velo de nostalgia cubrió mi semblante y nublo mi mente hasta el punto de cegarme por completo. El fulgor que irradió en el momento de traspasar el velo me había cogido desprevenido y ahora una parte sombría de mi personalidad emergía hacia la superficie, como si la vida o mi propio padre se hubieran empeñado en mostrarme de frente el extremo más denso de mi opacidad. En apenas unos días, me encontré sumido en una noche oscura y lúgubre, en la que mis estados emocionales aflictivos, semejantes a un mar embravecido y sediento, terminaron por engullirme.
Vague por la ciudad sin rumbo, perdiéndome entre el ruido de los coches, las suplicas de los mendigos, los anuncios de neón y la marea humana que inunda las calles de un hacer frenético, compulsivo y neurótico. Después de cinco días de travesía urbana, me encontré sentado en una plaza y mi corazón se encogió tanto que finalmente terminó por explotar, llenando el espacio de lágrimas amargas y densas. Esos fueron mis últimos sollozos. Inmediatamente después de aquella catarsis, me invadió una paz inusual y supe con meridiana claridad que la ciudad ya no estaba hecha para mí.
Tardé dos meses en encontrar un lugar al que mudarme, en Iguña, un pueblo situado en el corazón de Cantabria y después de vender lo poco que tenía me marché sin mirar atrás. Llegué al atardecer y una vez instalado en mi nuevo hogar me acerqué al bar del pueblo buscando el cobijo de quien se siente desahuciado de su vida y su pasado. A diferencia de la ciudad, mi presencia fue notada por todos. Algunas personas me miraron con recelo, otras con curiosidad y también los hubo que se mostraron indiferentes, pero en todos se dejó sentir un cierto alivio, como si la llegada de un extranjero derramase un halo de esperanza ante la amenaza de la despoblación rural.
Esa noche, sentado en el porche de mi casa recordé que el silencio está lleno de contenido, que las estrellas del firmamento derraman su luz sobre todo aquel que se presta a recibirla y que la naturaleza es un lugar mágico del que nunca debimos separarnos. Y comprendí lo que mi padre me quiso transmitir en el momento de su partida.
naufragoenlaluna
naufragoenlaluna
13 Noviembre 2023
Un texto profundo y honesto. La naturaleza es el lugar de donde nunca debimos de habernos separado, yo pienso lo mismo. Al final te das cuenta de que menos es más, pero no quieren que lo sepas, y de que como dices, el silencio está lleno. Un saludo