El uso deliberado y sin reservas del tratamiento mágico, hacen de Súbete a Una Nube un relato que si bien no pretende agotar las posibilidades del género fantástico, sí se mueve con éxito en el azaroso mar de una lógica en donde la imaginación parece ser la suprema ley.
Jesús Santos Hernández a nuestro juicio, ensaya en este libro un poco del texto preceptivo propio de la literatura fundada por Platón en La República y Refundada en el Renacimiento por Moro y Campanella más tarde por Bacon. De acuerdo, esta novela no es una Utopía, ni una Ciudad del Sol, pero sí propone situaciones que estructuralmente encajan en el modelo literario del No hay tal lugar. En descargo de mi osadía, debo decir también que si he encontrado en el texto reminiscencias de ese género, hallé de igual manera, la mano de Lewis Carroll (El de Alicia en el País de las Maravillas) en la llegada del protagonista al mundo de lo literario, esa república autónoma a la que acude, guiado por el Mediador, para cumplir la deuda de una historia inconclusa.
Es memorable el encuentro de Daniel con Los Tres Mosqueteros de Dumas, que casi lo atropellan entre las patas de sus desbocados corceles, y es asimismo inolvidable el rol de Mesías que llega a cumplireste escritor editorialmente frustrado, ante sus propios personajes. En cierta medida este papel cumple en la novela la función de recordarnos que nosotros mismos somos nuestros propios redentores más que el perdón de la dialéctica del pecado, lo que importa y vale es el arrepentimiento. Lo que hagamos por remediar el mal que hayamos hecho.
A parte de los puntos de filiación que encontramos en esta pieza narrativa con otros géneros y autores, lo verdaderamente importante de este trabajo es sin duda el ameno recuento que hace Daniel, el protagonista principal, de su vida, que, sin ser un desastre Precisamente, está llena de experiencias deplorables particularmente de una serie de altibajos en su estado de ánimo, que le orillan a sentirse casi un fracasado en sus relaciones profesionales y conyugales.
Surgen así, disimulados en el simbolismo de la narración, consejos y recomendaciones que transmiten al lector métodos y actitudes que, bien asimilados, le permitirían asumir una posición personal ante la vida menos pesimista. El título mismo predispone a reflexionar sobre la importancia que tiene en este sentido, retomar ese aspecto de nuestras capacidades que el empirismo y la sobrestimación de la vida material, han dado en relegar como algo propio de la gente pequeña, me refiero a la imaginación.
Si nos detuviéramos siquiera unos minutos para hacer un pequeño inventario de los males que la humanidad padece, estoy seguro de que todos convendríamos en que con un poco de imaginación (lo cual ha de traducirse como un poco de buena voluntad), resolveríamos muchos de nuestros problemas. Y ese parece ser el mensaje explícito de este libro, Subir a la Nube vale tanto como (en determinadas circunstancias), bajarse de ella. Lo que no vale es quedarse todo el tiempo en tierra, o negarse a bajar en puerto, cuando así lo requiere nuestra felicidad y la felicidad de los demás.
Como quiera que sea, por lo pronto, súbase a esta nube y disfrute un poco del viaje al que nos invita Jesús Santos Hernández.
Dr. Cuauthemoc Rodríguez Puente.
Catedrático de Literatura Universidad Veracruz.