Una estudiosa jovencita ha resuelto sofocar en la rumba los conflictos familiares de su edad y la angustia de sus penurias económicas. En su primera escapada, se cuela con varias amigas a un concierto de reggaetón, donde conoce a quien será su amor por el resto de la vida. Ambos rebeldes y de 17, ella del sur y plebeya, él del norte y pudiente; él ama el riesgo, ella busca seguridad. Pero cuando el amor florece las diferencias desaparecen. Allí conocen las eufóricas sensaciones de poder que induce la droga y esa misma noche quedan encantados, jurándose conquistar el mundo juntos. Ella bromea que para salir de pobre deberá robar a los que tienen – es recuperar lo que nos han quitado – justifica. A él, le parece cool esa aventura – estoy contigo –. Y lo que inicia como un juego, da forma a un emprendimiento delictivo que tomará fuerza en los meses sucesivos. Ella tiene un amigo, amigo de otro amigo que se mueve en esas arenas. El nuevo socio acepta entrar pero agregará al equipo otro experimentado como él, por lo que pedirá para ellos el 80% de las ganancias. La pareja de novatos acepta, con tal de aprender. La noche del debut les va bien, para ser el primer día. Celulares y dinero – esto es muy fácil – sonríe la chica. Al anochecer del tercer día, acuerdan abrir su faena en un autoservicio muy concurrido. Un reto mayor para los novatos y pan comido para los expertos. Les está yendo bien, logran vaciar a todos pero al salir, alguien dispara y de algún modo toda la banda muere en el acto.
Este tipo de defensa fulminante se esparce como plaga en varios países de la región. No es una reacción alborotada de fuego cruzado, es la increíble muerte sorpresiva de los agresores con una precisión impecable, sin bajas del lado reactivo. Con el tiempo, la aparición de la nueva modalidad de protección radical ante el delito, reduce los índices de hurto, a la vez que despierta sentimientos a favor y en contra sobre la forma en que se aplica justicia por mano propia. ¿Puede ser considerada como legítima defensa la muerte del bandido, en flagrancia, sin que se demuestre un evidente peligro de muerte para la víctima? ¿Debe esperar la víctima una severa agresión física para justificar su reacción? ¿Su criterio sería el mismo cuando la víctima ha sido usted, como cuando es algún desconocido de cuya adversidad se enteró por los medios?. La discusión legal determinará los límites para el empleo de nuevos y efectivos mecanismos de defensa en la protección de vida y bienes, o la tajante condena de reacciones vengativas. O quizás una civilizada vía socialmente aceptable de consentir el hecho delictivo y confiar en que el debido proceso hará justicia.
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