La realidad social de Melilla, con su historia, ha cambiado enormemente en los últimos tiempos. Desde que, en 1986, el Gobierno Español reconoció el derecho de miles de imazighen a ser españoles para acabar con la injusticia de su situación legal, el tejido social de la ciudad demanda, cada vez más, una respuesta a las necesidades de una población que hasta ahora nunca había sido considerada en numerosos aspectos.
Las particularidades culturales, religiosas y lingüísticas de la población rifeña de Melilla y el mal entendido patriotismo (nacionalista) de algunos gobernantes, han hecho que la ciudad siga un camino de rechazo y recelo ante la acomodación de infraestructuras para dar respuesta a las necesidades de esta población. Sin duda, las diferencias culturales, sociales y religiosas entre esta población y el resto del Estado, en el que viven, hace necesaria una actuación particular dedicada a la equiparación de sus derechos en un país en el que, por Constitución, están previstas las diferencias. Estas actuaciones se reflejan en los conceptos de interculturalidad, tolerancia y respeto.
La realidad del fracaso escolar de Melilla es un hecho constatable. Los últimos datos del Ministerio de Educación y Ciencia dan fe de que la inmensa mayoría del fracaso escolar pertenece a la población rifeña de Melilla. Por supuesto, no hay un solo factor influyente en esta realidad, ni los datos van a cambiar drásticamente con una actuación unilineal, pero la identificación de los problemas y la búsqueda de soluciones adaptadas a cada uno de ellos debe aliviar estos datos.
Uno de los problemas identificados, claramente, con el fracaso escolar de manera universal es la condición económica de la familia del alumno. En este sentido, Melilla tiene como tejido social bien diferenciadas dos poblaciones. La que es objeto de estudio en este proyecto, la rifeña, se sitúa, en un tanto por ciento muy elevado, en las capas económicas más bajas de la sociedad, predominando en esta población una economía inestable debido a la precariedad laboral, entre otros factores. Esta población de riesgo que existe en todas las ciudades del mundo, es atendida de manera particular por el Estado, dirigiendo hacia los escolares que pertenecen a estos colectivos, numerosos proyectos suculentamente subvencionados, para aliviar las diferencias sociales en las poblaciones modernas y construir un nuevo futuro alejado de los clasismos y la segregación económica. Decir, no obstante, que no existe posibilidad de mejora en este campo sería erróneo, pero no es el tema que abordamos en este proyecto.
Pero es en este punto, precisamente, en el que habría que hacer una reflexión. Indudablemente, en Melilla, los proyectos dirigidos a la población de riesgo de fracaso escolar deben contar con las particularidades de la sociedad a la que se dirigen. El Ministerio de Educación y Ciencia del Estado Español, como dirigente de la Educación de Melilla, al no haberse transferido las competencias en esta materia a la Ciudad Autónoma, dirige todas las actuaciones que, en este sentido, deben aliviar la situación de esta capa social. Pero el problema es que se hace de manera, más o menos, formal e incluso inflexible. El éxito de estas actuaciones, sin embargo, depende de la adaptación de las mismas a las necesidades específicas que se presentan, es decir, depende de la flexibilidad necesaria en casos particulares.
Cabe por tanto decir que es necesario reparar en las características, únicas, que la población rifeña de Melilla tiene, con respecto al resto de población de riesgo de España. Una de estas características singulares es el idioma. Siendo el Castellano la lengua oficial de España y el Catalán, el Vasco y el Gallego, las lenguas vernáculas, cooficiales en las diferentes autonomías donde se ven representadas, la instrucción escolar en todo el territorio nacional se imparte en estas lenguas. Pero esta realidad debe poder ser dinámica o flexible, con el fin de adaptarse a los nuevos tiempos, a las nuevas poblaciones, a los movimientos migratorios y a un sinfín de realidades que, cambiantes, exigen de una respuesta desatada de prejuicios o anclas del pasado. No en vano, ha sido un duro camino a recorrer hasta que se han considerado verdaderamente cooficiales las lenguas propias de las autonomías vasca, catalana, valenciana o gallega y se han podido implantar en el Sistema Educativo Español.
La realidad que cambió con la llamada Revolución del 86 en Melilla, convirtió a la población de la ciudad en una mezcla interesante de poblaciones drásticamente diferentes determinadas a convivir, bajo los mismos derechos y la misma ley que rige en todo el Estado Español. La cuestión es que, después de reconocer el muy merecido derecho de los imazighen de Melilla a ser parte de la ciudad y, por tanto, de España como ciudadanos, no se ha reparado hasta la fecha, en las consecuencias que eso conlleva de cara a la respuesta a las necesidades que los recién estrenados españoles demandan. Porque el reconocimiento de su legítimo derecho a ser españoles, trae consigo la obligación del Estado a responder a las necesidades de esta comunidad, que no tiene que convertirse en española estándar, para poder disfrutar de los derechos que el Estado le asegura, como lo es la Educación. El acceso a estos derechos fundamentales en un estado de derecho como lo es España, debe estar garantizado mediante el diseño de un plan de oferta de servicios, que se acomode a la realidad de los receptores del mismo, con el fin de no caer en la falsa idea de que la obligación del pueblo es adaptarse al sistema del Gobierno y no el sistema del Gobierno al pueblo.
Es llegados a este lógico razonamiento cuando se puede presentar la realidad lingüística de Melilla como algo particular dentro del Estado Español, una realidad a la que hay que prestar especial atención con el fin de mejorar la manera en la que se oferta uno de los derechos fundamentales de cualquier español, la Educación. Datos estadísticos muestran que en Melilla, un 78% de la población infantil menor de diez años, es rifeña. El idioma materno de un 73% de esta población infantil es el Tamazight. Esta lengua milenaria ha sufrido numerosos cambios, tiene un sinfín de prestamos lingüísticos y hoy en día casi nadie escribe (al menos en su alfabeto inicial) por la dificultad que entraña su alfabeto (el Tifinagh) unido a la escasez de su literatura escrita y las enormes divisiones que la misma lengua ha sufrido a través de los tiempos. No es cuestión de extenderse en describir las características del Tamazight porque lo importante no es la lengua en si, sino que hay una población mayoritaria que la usa como idioma materno, lo cual es su derecho como españoles (no hay un idioma materno oficial en España). La falta de respuesta a esta realidad lingüística de la ciudad ha provocado, según numerosos profesionales de la enseñanza, sindicatos y dirigentes políticos, el fracaso escolar de más de un 42% de los estudiantes de Melilla, casi el doble que la media nacional (datos de 2007).
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