Cerval

No os avergoncéis de este moreno nombrado Carlos Augusto Alfonso, pues ya pagó con el verso, arbitrariamente cortado, al antojo de su respiración, el tiempo donde crea la fabula , recrea la historia, y resguarda al defenestrado.

En su manuscrito, el empalado no vende poesía de ocasión, ni alaba a reyes, solo muestra las manos ensangrentadas de quien ha tenido piedad por sus semejantes.

Cerval, para que todos los hacedores de versos provisionales, tengan la delicadeza de levantar estandarte, de bajar escudo y saludar a uno de los más intensos, y originales poetas cubanos, inscrito en la fe universal, en el peligro humano -que barre y navaja.

A este varón le conocí en Matanzas y fue mi vecino y oráculo en la Ciudad de la Habana. Es mi amigo de almas tomar y el intento de prologo me adentra en la esencia sulfurosa de los ochenta. Con Carlos Augusto Alfonso no pongo bozal, me apego incondicionalmente a su poética.

Cerval en la mesita de noche, leído y releído y por descifrar, tales son las visiones. Un despiadado vidente de tiempos oscuros, quien fustiga el ambiente y llega a la ternura que subsiste en el ojo del mago.

No voy a negar que estuve tentada de ajustar espacios al formato y estruendo de sus versos, pero me contenté con realizar un sueño: publicarle y tener paz con los que amo y admiro.

Editions Hoy no he visto el paraíso presenta CERVAL como un nunca más contra la lejanía.

Un profundo libro donde quedamos en refugio, pues hay palabra, que sana o mata, de quien habla escapado de cualquier encierro.

Margarita García Alonso