Cuando un autor se propone escribir un libro, lo primero que tiene que plantearse es el tipo de narrador que va a utilizar. No todos transmiten las ideas de la misma forma y algunos son más subjetivos que otros. Esto le proporcionará mayor o menor credibilidad a la historia que está intentando contar el escritor.
Asimismo, hay algunos géneros literarios que exigen de un tipo de narrador u otro, y es imprescindible ajustarse a esas normas. Esto se debe, principalmente, porque ayudará a la obra a fluir de una manera determinada.
De esta forma, queda claro que necesitamos a un narrador para contar una historia. Pero antes de explicar las características que tienen los diversos narradores y en qué casos se utiliza cada uno, hay que saber qué es un narrador.
¿Qué es un narrador?
El narrador es esencialmente la voz textual que cuenta un suceso desde su punto de vista. Resulta imprescindible para la evolución de una trama puesto que si nadie puede contar los hechos, entonces estos no suceden. De la misma forma, es la manera en la que se diferencia entre la narrativa y cualquier otro género literario.
Todos los narradores, independientemente de su tipo, tienen algunas características en común: cuentan una trama, realizan descripciones de personajes, lugares, objetos y sentimientos, y desarrollan los sucesos en un espacio físico y temporal específicos. Esto se podría considerar como su utilidad, además de las anteriormente mencionadas.
¿Qué tipos de narrador hay?
Los tipos de narrador se dividen en tres grandes bloques: narrador en primera, segunda y tercera persona. Cada uno de ellos se segmenta en más subtipos, dependiendo del papel que juegue en la obra. Es decir, puede formar parte de la trama, participar en los hechos o simplemente describir sin intervenir.
Narrador en primera persona o intradiegético
Es un tipo de narrador muy utilizado, puesto que aporta gran inmersión al lector. Aunque el tono que tiene un libro con un narrador en primera persona sea más realista, también es menos fiable. Esto es porque están describiendo los hechos de la forma en la que la viven ellos y tienen sus propias opiniones y juicios sobre los hechos y personajes.
Es esta la razón, por ejemplo, por la que muchos autores de novela negra optan por la primera persona. No solo facilita la creación del ambiente oscuro, sino que ayuda a comprender el por qué los personajes son como son o actúan de la forma en la que lo hacen.
El narrador intradiegético forma parte de la trama y participa en ella. Puede ser el protagonista de la trama, alguien muy cercano a él y que, por tanto, conoce sus pensamientos como para poder describirlos, o algún personaje ajeno que no tiene mucho que ver con los hechos.
Narrador protagonista
Este narrador es, como indica su nombre, el protagonista de la trama y cuenta su propia historia desde sus vivencias, experiencias y dificultades. Su punto de vista es totalmente subjetivo y, en la gran mayoría de los casos, es incapaz de interpretar sus pensamientos, sentimientos o acciones de los demás personajes de manera lógica e imparcial.
Al ser un género muy personal, se utiliza principalmente en los géneros juveniles, en la novela negra y en diarios y biografías. Hay obras, por ejemplo, como En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, o En el bosque, de Ryunosuke Akutagawa, que están escritas desde distintos puntos de vista de varios personajes con narrador protagonista. Esto es posible gracias a que cada personaje escribe en su diario su percepción de los hechos.
«Cuando me despierto, el otro lado de la cama está frío. Estiro los dedos buscando el calor de Prim, pero no encuentro más que la basta funda de lona del colchón. Seguro que ha tenido pesadillas y se ha metido en la cama de nuestra madre; claro que sí, porque es el día de la cosecha».
– Suzanne Collins, Los juegos del hambre
Narrador testigo
Este narrador cuenta los sucesos de una historia desde un papel indirecto. Es decir, con algunos juicios propios, desarrolla el relato de un tercero, de forma que no tiene por qué haber participado directamente. Hay tres tipos de narradores testigo:
- Testigo impersonal. Estos narradores actúan prácticamente como una cámara de fotografía. Es decir, cuentan los hechos tal y como suceden. Los sentimientos de los personajes los tienen que transmitir ellos mismos, porque si no, no es posible saber cuáles son.
“Doña Rosa va y viene por entre las mesas del café, tropezando a los clientes con su tremendo trasero. Doña Rosa dice con frecuencia «leñe» y «nos ha merengao». Para doña Rosa, el mundo es un Café, y alrededor de su Café, todo lo demás. Hay quien dice que a doña Rosa le brillan los ojillos cuando viene la primavera y las muchachas empiezan a andar de manga corta. Yo creo que todo eso son habladurías: doña Rosa no hubiera soltado jamás un buen amadeo de plata por nada de este mundo. Ni con primavera ni sin ella. A doña Rosa lo que le gusta es arrastrar sus arrobas, sin más ni más, por entre las mesas…»
– Camilo José Cela, La colmena
- Testigo presencial. Este narrador es un espectador de los hechos que suceden en la historia y los cuentan en la forma en la que los viven ellos. No hay que confundirlos con los protagonistas, porque son personajes secundarios. Pueden y suelen participar en la trama y desarrollan los hechos desde su punto de vista. El ejemplo más conocido es el de los libros de Sherlock Holmes, narrados por el doctor John Watson.
«No me sorprendió. A decir verdad, lo único que me sorprendía era que no se encontrase mezclado ya en aquel suceso extraordinario, que constituía tema único de conversación de un extremo a otro de toda la superficie de Inglaterra. Mi compañero se había pasado un día entero yendo y viniendo por la habitación, con la barbilla caída sobre el pecho y el ceño contraído, cargando una y otra vez su pipa del tabaco negro más fuerte, sordo por completo a todas mis preguntas y comentarios. Nuestro vendedor de periódicos nos iba enviando las ediciones de todos los periódicos a medida que salían, pero Holmes los tiraba a un rincón después de haberles echado una ojeada. Sin embargo, a pesar de su silencio, yo sabía perfectamente cuál era el tema de sus cavilaciones».
– Arthur Conan Doyle, Las memorias de Sherlock Holmes
- El informante. El narrador informante transcribe los hechos como si estuviera escribiendo un documento oficial o como una crónica. Así, plantea que la historia sucedió realmente y son hechos verídicos.
«La obra visible que ha dejado este novelista es de fácil y breve enumeración. Son, por lo tanto, imperdonables las omisiones y adiciones perpetradas por madame Henri Bachelier en un catálogo falaz que cierto diario cuya tendencia protestante no es un secreto ha tenido la desconsideración de inferir a sus deplorables lectores —si bien estos son pocos y calvinistas, cuando no masones y circuncisos. Los amigos auténticos de Menard han visto con alarma ese catálogo y aun con cierta tristeza. Diríase que ayer nos reunimos ante el mármol final y entre los cipreses infaustos y ya el Error trata de empañar su Memoria… Decididamente, una breve rectificación es inevitable».
– Jorge Luis Borges, Pierre Menard, autor del Quijote
Monólogo interior
El monólogo interior es un tipo de narración que introduce un pensamiento o una reflexión sobre un tema. Esta técnica trata de reproducir cómo piensa un personaje, lo cual permite que el lector pueda conocer los problemas internos de un personaje, por ejemplo, a medida que éste piensa en ellos. No se debe confundir con el flujo de consciencia o stream of consciousness, que es una forma extrema de monólogo interior.
«De acuerdo, el señorío no se improvisa, se nace o no se nace, es una de esas cosas que da la cuna, aunque bien mirado, la educación, el trato, también puede hacer milagros, que ahí tienes, sin ir más lejos, el caso de Paquito Álvarez, un artesano cabal, no vamos a decir ahora, que de chico trabucaba las palabras que era una juerga, bueno, pues le ves hoy y otro hombre, qué aplomo, qué modales, yo no sé qué maña se ha dado, pero los hombres es una suerte, como yo digo, si a los veinte años no estáis bien, no tenéis más que esperar otros veinte».
– Miguel Delibes, Cinco horas con Mario
Narrador en segunda persona
Este tipo de narrador se utiliza mucho menos que los otros dos tipos. Cuenta su propia historia, con lo que comparte características con el narrador en primera persona, pero habla en segunda persona porque busca la complicidad del lector. De esta forma, el personaje que nos cuenta la historia divide su personalidad y habla consigo mismo como si se tratara de otra persona.
Hay dos tipos de narradores en segunda persona: el homodiegético o interno, que solo narra lo que conoce; y el heterodiegético o externo, que cuenta la historia como uno omnisciente que habla en segunda persona para acercarse al lector.
«¡Inténtelo!, ofrézcanos más autonomía, desaten las manos a cualquiera de nosotros, amplíen el campo de nuestras actividades, debiliten la influencia de la tutela, y… les aseguro, que al instante pediríamos ser protegidos nuevamente por la tutela. Sé que ustedes probablemente se enfaden conmigo y griten dando patadas al suelo: ‘¡Hable usted de sí mismo y de sus miserias del subsuelo, pero no ose decir todos nosotros!’ Permítanme señores pero no me estoy disculpando con esta generalización».
– Fiódor Dostoievski, Memorias del subsuelo
Narrador en tercera persona
El narrador en tercera persona es posiblemente el que más se utilice en general. Se sitúa fuera de la historia y por eso se puede llamar también extradiegético. Suele contar los hechos desde un punto de vista neutro, puesto que no tiende a intervenir en ellos.
Dependiendo de la cantidad de conocimiento que tengan sobre los hechos, se pueden dividir en varios tipos.
Narrador omnisciente
El narrador omnisciente es aquel que conoce todos los detalles de la historia, casi como un dios. No interviene en la trama, puesto que no se identifica con ningún personaje, pero a veces sí puede influir en la percepción del lector. Expone todo lo que hacen, dicen y piensan la gran mayoría de personajes, gracias a su don de la ubicuidad. Esto también le permite saber todo lo que ha pasado, está pasando y pasará en el futuro en todas partes.
«En el estado de Gilead las criadas forman un estrato social pensado para conservar la especie. Las mujeres fértiles que integran esta clase, y que destacan por el hábito rojo con que se cubren hasta las manos, desempeñan una función esencial: dar a luz a los futuros ciudadanos de Gilead. Sin embargo, en un mundo antiutópico asolado por las guerras nucleares, gobernado por un código extremadamente severo y puritano, que castiga con la pena de muerte a quien se aparta del sistema y en el cual la mayoría de la población es estéril, engendrar no resulta fácil. Existe siempre el temor al fracaso y la amenaza de la confinación en la isla de seres inservibles más allá de las alambradas que rodean la ciudad y del alto muro donde cuelgan, para que sirva de ejemplo, los cadáveres de los disidentes».
– Margaret Atwood, El cuento de la criada
Narrador equisciente
Este narrador se identifica con un personaje específico, al que considera central de la historia, y, como consecuencia, solo conoce lo que dicho personaje conoce. Usa la tercera persona, lo que permite objetividad, más allá de sus limitados conocimientos. La única forma en la que puede saber más es viviéndolo o que otro personaje se lo cuente.
«Cuando Gregorio Samsa despertó aquella mañana, luego de un sueño agitado, se encontró en su cama convertido en un insecto monstruoso. Estaba echado sobre el quitinoso caparazón de su espalda, y al levantar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas durezas, cuya prominencia apenas si podía aguantar la colcha, visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia».
– Franz Kafka, La metamorfosis
Narrador deficiente
Se denomina deficiente a aquel narrador que no sabe decir mucho más que lo que se puede ver y oír. No expone ni interpreta los pensamientos de ningún personaje. Simplemente se dedica a describir hechos, lo cual le permite ser completamente objetivo. Es un mero testigo y esto le permite evitar la subjetividad, razón por la que es el narrador principal en textos periodísticos.
«Hasta una mañana de mediados de noviembre de 1959, pocos americanos —en realidad pocos habitantes de Kansas— habían oído hablar de Holcomb. […] Pero entonces, en las primeras horas de esa mañana de noviembre, un domingo por la mañana, algunos sonidos sorprendentes interfirieron con los ruidos nocturnos normales de Holcomb… con la activa histeria de los coyotes, el chasquido seco de las plantas arrastradas por el viento, los quejidos lejanos del silbido de las locomotoras. En ese momento, ni un alma los oyó en el pueblo dormido… cuatro disparos que, en total, terminaron con seis vidas humanas».
– Truman Capote, A sangre fría
Enfoque narrativo múltiple
Este tipo de narrador nos ofrece la perspectiva de dos o más personajes sobre un mismo hecho. Son, como en el caso anteriormente mencionado de El bosque, de Ryunosuke Akutagawa, la descripción de un suceso desde distintos puntos de vista, aunque en este caso, se relata en tercera persona, en vez de en primera persona.
La combinación de varios puntos de vista, interpretados de diferentes formas, y la relación que tiene cada personaje o narrador con la historia crean un relato totalmente alternativo. Asimismo, es externo a los hechos, es decir, simplemente narra las vivencias de distintos personajes. A veces se puede añadir un narrador en primera persona, pero no es muy habitual.
Narrador 1: «Ahora, a la claridad de las llamas, yo podía distinguir por completo su figura. Era muy esbelta, y al parecer apenas había salido de la adolescencia. Estaba admirablemente formada y poseía la más linda carita que yo hubiera contemplado jamás. Tenía las facciones menudas, la tez muy blanca, dorados bucles que pendían sobre su delicada garganta, y unos ojos que hubieran sido irresistibles de haber ofrecido una expresión agradable».
Narrador 2: «El ama de llaves volvió enseguida, trayendo un tazón humeante y un costurero. Colocó la vasija en la repisa de la chimenea y se sentó, con aire de satisfacción, motivada sin duda por hallar un señor tan partidario de la confianza».
– Emily Brontë, Cumbres Borrascosas
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