Ensayo sobre mi generación, cambiando el mundo

Maximiliano 11 / mayo / 2016

A lo largo de toda la historia de la humanidad no hemos hecho otra cosa que seguir las ideologías y las doctrinas religiosas, pero ¿ qué nos han aportado todas al fin, sino rivalidad, rencores, intranquilidades y guerras ?
Una cosa son las ideologías o doctrinas y otra las ideas.

Al poco de llegar a España, 1965, después de un exilio voluntario, aunque forzoso porque aquí me moría de hambre, después de hacer «la mili» en Marruecos, perder mi beca y destrozarme los estudios, allá por los años, final de los cincuenta del pasado siglo, vi una entrevista en la única Televisión que aquí en España había. El entrevistado era un señor alemán, ya maduro, de profesión, Ingeniero Industrial.

El entrevistador le preguntó:
– ¿A qué cree usted que se debió el éxito del Nacional Socialismo, y de Hitler en definitiva?
– Mire Vd. Terminábamos la carrera, cuando habíamos empleado en ella media vida, con un Título bajo el sobaco que no nos servía de nada, ya que no encontrábamos trabajo.
Vino este señor (Hitler), que nos prometió y nos dio trabajo a todos, de manera que con ello estábamos encantados. De ahí – pienso yo – su éxito, a pesar de la catástrofe que luego supuso para Alemania.

Pero la Historia, que aún no ha dicho toda la verdad, y que como siempre, cuenta «la verdad» de los vencedores, aún no ha finalizado. Si no, ¿cómo se explica que del año 1933 al 1940 fuera Alemania, en poco más de un lustro, la potencia que llegó a ser, mientras los EE. UU. e Inglaterra no salían de la Depresión de finales de los años veinte (1929) ?

¡ Ay!, el comercio; cuánta intriga y malestar procura en los ciudadanos de los países y entre las naciones.

Decía Churchill de la Historia: – «Esa maldita embustera».

Trabajé y estudié en una Universidad alemana. Hice una carrera en España en una universidad, siempre ensalzada, aunque no con suficiente base para ello. Entonces vi la miseria de nuestra enseñanza. Una carrera que si no te enseñan la práctica no serás nunca nada. Eso sí, te darán un título para que ejerzas, pero para que ejerzas de cualquier manera, no como debieras ejercer. Para eso no necesitas profesores, porque lo único que te ha dado el saber algo han sido los libros, no los «apuntes» dictados por ellos.

Uno echa la vista atrás y ves que has nacido en un país tan ruin como en verdad lo consideran fuera. Decía con cierta ironía, no sé si fue Práxedes Sagasta, Cánovas del Castillo o Emilio Castelar: – » Se es de España porque no se puede ser de otro país».

Tengo escrito un libro de 450 páginas y estoy en contacto con una Editorial para publicarlo. El contrato está pendiente de mi firma, no obstante quiero ver otras Editoriales, ya que tengo mis dudas.
El libro versa más sobre economía, algunas que otras anécdotas, comentarios y sucesos, que sobre mi profesión que es la de Pío Baroja.

Mi idea es, que si las leyes están mal hechas se prostituyen, porque el Poder judicial está vendido y en primer lugar lo está el Estado; de rebote lo mismo está el otro Poder, el Ejecutivo. Es decir: las malas leyes traen los malos jueces y por tanto, las otras estructuras del Estado también son anómalas. Lo que quiere decir que el Estado no es tal.

Alguien dijo hace un par de siglos: – «Dadme el control del dinero y entonces no me importa quien haga las leyes».
Fue un banquero que tuvo que ver mucho con las Guerras Napoleónicas entre Francia e Inglaterra y con ello hizo muchísimo dinero. Por tanto, el guerrero era él, no los otros. En España se hizo una Guerra Civil dónde fue clave otro banquero, mallorquín -quizás quiso emular a su antepasado banquero, Rothschild -, junto con Inglaterra (lean el libro del autor del «Club Bilderberg», de Daniel Estulin, «Fuera de control» y comparen lo que hay en el mundo con las guerras.

También es comparativo el espíritu del enjambre de las abejas y el papel que desarrollan cada uno de sus miembros para llegar a una conclusión sabia que manifestó el gran J. J. Rousseau: «No hay malos ciudadanos, sino ciudadanos mal gobernados».
Un saludo.