En esta segunda parte de sus memorias, mi padre cuenta sus vivencias como maestro en una dilatada y fructífera carrera profesional. Han pasado más de 20 años desde que decidió usar la última tiza, borrar definitivamente la pizarra y cerrar la puerta del aula detrás del último de sus niños, uno más de los cientos cuyos nombres y apellidos aún recuerda. Y es que los niños lo han sido todo para él. En estas memorias habla de políticas educativas, de planes de estudios, de secretarías y de la dirección de un colegio…Pero ninguna de estas cosas entró jamás con él en su clase, todo se quedaba en el pasillo cuando al sonar el timbre, se unía a aquel mundo infantil, dispuesto a entregar a sus alumnos lo mejor de sí mismo, como maestro y como persona. Sus métodos educativos fueron revolucionarios en su tiempo y todavía punteros, su sentido de la justicia social, admirable. Ahora la nostalgia le empuja a escribir sus recuerdos y a compartir sus experiencias con todos los que estén dispuestos a disfrutar de una vida dedicada a la enseñanza: en los más diversos escenarios del País Vasco y de Castilla y a lo largo de cuatro décadas de políticas cambiantes, pero con el denominador común de una auténtica pasión por su vocación. Ojalá sus relatos y venturas nos sirvan no sólo de entretenimiento, sino también como ejemplo de un trabajo muy bien hecho.
Marta García Cuasante