Nací en Madrid. Y crecí agarrada a una silla, desesperada por escapar de las aulas en las que cursé EGB y BUP. Era hiperactiva y vivía corriendo. Me costaba estudiar y concentrarme. Me salvó el atletismo, disciplina en la que habría destacado de no haber sido porque despunté aún más en discotecas. COU lo pasé en los futbolines. Y aprobé selectividad de milagro. Decidí irme a Londres, donde trabajé de au-pair, asistenta y dependienta de un Benetton. Allí conocí a Lady Di, que venía a comprar ropita para Wiliam y Harry. Era muy guapa, pero se la veía muy triste. Entonces lo vi claro, la belleza no da la felicidad, por mucho que nos quieran convencer de lo contrario.
Después me dio por la Historia, la Publicidad y la Traducción, pero fracasé. Y empecé a trabajar en Iberia, de azafata. Al fin vivía en movimiento constante.Cuando nacieron mis hijos mi cabeza se fue al otro extremo y comencé a estudiar sin parar. Me licencié en Derecho y me mastericé en Práctica Jurídica, Urbanismo y Cooperación Internacional. Y realicé unos cuantos expertos, en Violencia de Género. Trabajé para las organizaciones de mujeres; en el Hay Festival, un festival literario con sede en Segovia; de guía turística y de abogada. Y un día la corrupción se cruzó en mi camino; desde entonces me dedico a batallarla.
Ningún éxito que destacar, siento decirlo. La mía es la historia de un fracaso. Por eso escribí Una pizca de amor, el ingrediente secreto para compartir con mis hijos la idea de que hay cosas más importantes de lo que se entiende por triunfar. No sé si habré logrado convencerlos.
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