Hay políticos que dicen que no hay que pedir peras al horno ni escuchar cantos de ballenas, Otros que declaran muy ufanos que la mujer que se hace mamografías aumenta su chance; periodistas que toman la British Library por una librería británica; otros que escriben ahora voy a colación o editores que permiten que se impriman frases como no nos autorizan pasar, abandonó sus dos perros o recuperar a los cadáveres. Es una epidemia que afecta especialmente a periodistas y políticos: han olvidado para qué sirven los relativos (Portugal, cuya buena parte de la flota pesquera), qué preposiciones van con qué verbos (hacer oídos sordos de) y además enloquecen con los falsos amigos del inglés (los edificios colapsan, los datos muestran dramáticas mejorías). Todo ello unido a una tendencia a un lenguaje lleno de circunloquios y retorcimientos que lo oscurecen y afean. ¿Qué está pasando ¿Por qué hablamos tan mal, con tantos tropezones, tan poca precisión y expresividad, con tanto miedo ¿Y por qué ese empeño en feminizar a capón, ande o no ande ¿Acabaremos usando todos la famosa lengua de madera de los políticos De todo eso trata este librillo, compuesto por 100 pequeños textos, que quiere dar un toque de atención y contribuir a que quienes tienen responsabilidad en esto del idioma espabilen y hagan algo.
¡Hagan algo, por favor!