Había un hombre como todos. Se llamaba Glen Hardy, era un escritor por así decirlo, prolífico, que escribía en base a los meros sufrimientos de los demás. Su esposa lo amaba demasiado, no tenía hijos. Un día cuando conducía su flamante coche, su vida se convertirá en un verdadero infierno, al darse cuenta de algo, que ese despertar le quito algo más. Luego de un corto coma, descubrió que su esposa se había marchado para siempre, al igual que su suerte. Tras ser víctima del insomnio permanente, Glen puede ver al hombre que mató en la carretera. No obstante, Rick Myers ya muerto y mutilado reducido a comida para perro, volverá de la muerte y le dará a Glen un castigo justo.
Cuando el diablo se le mete en la cabeza, el niño blanco le pedirá a George Kenneth favores secretos, a cambio de curarle el monstruo de la esquizofrenia. Algo parecido parece suceder con un hombre de nombre Chris Vandelay, en la ciudad de Chicago. Cuando un doctor que apenas acababa de conocer en el sótano maloliente y húmedo, le promete recobrar la vista a cambio de nada. Chris comienza a descompensarse rumbo a su trabajo en la fábrica de solventes industriales, prefiere ir a visitar a ese doctor para cerciorarse de que no hubo un efecto secundario. Grave error, Chris Vandelay siquiera supo cuando empezó a matar gente.
En vigilante nocturno, todo empieza cuando el compañero desaparece misteriosamente, en el transcurso de una luna llena. Joe Geller es contratado para un trabajo: cuidar los edificios de apartamentos de una urbanización cerrada. Para su suerte descubrirá que nada es lo que parece. Detrás de aquel sueño perfecto del trabajo ideal se encontraba ese infierno que pocos conocían. Otra vez el sueño se encuentra enmascarado por un extenso campo de pesadillas. ¿O será que la realidad es la verdadera pesadilla