La inmensa mayoría de los habitantes de nuestro planeta, por ius soli o sanguini, o por naturalización, formamos parte de un Estado. En los dos primeros casos la nacionalidad ocurre con independencia de la voluntad de quienes nacen y solo en el segundo supuesto pueden elegirla y obtenerla, si cumplen las condiciones establecidas por las leyes respectivas.
Aunque no todos somos plenamente conscientes de lo anterior, a consecuencia de ello somos parte de la Población de un Estado y, por lo tanto, su existencia y circunstancias nos conciernen permanentemente, y las normas jurídicas que rigen el juego social dentro del mismo nos afectan inevitablemente.
En gran medida nuestro destino se encuentra condicionado por el del Estado al cual pertenecemos: ¿es un Estado de Derecho, ¿hay libertad, democracia, seguridad, justicia, paz, productividad, trabajo, salud, educación, honorabilidad, respeto, …tutelados por leyes que realmente se observan por los gobernados y los gobernantes.