Lector adicto, y enamorado del ser humano. Admirador del talento, y de la belleza en cualquiera de sus manifestaciones.
El que escribe, mientras lo hace necesita acallar sus pasiones, y, sobre todo, su vanidad. La vanidad es una hinchazón de algo que no ha logrado ser y se hincha para recubrir su interior vacío.
Lo que se publica es para que algo, para que alguien, uno o muchos, al saberlo, vivan sabiéndolo, para que vivan de otro modo después de haberlo sabido, para librar a alguien de la cárcel de la mentira, o de las nieblas del tedio, que es la mentira vital.
Ahora saboreando la adrenalina que produce el vértigo de sacar a la luz algo que siempre he considerado íntimo y muy personal: mis escritos
***Diosa literatura
No saber si regresará, si de nuevo seremos cómplices en la madrugada, si, con justicia, quedó uno condenado a mil días grises mientras ella, antaño tabla de salvación, espejo irreemplazable, permanece muda, indolente a mi búsqueda de seductor solitario. Como con las malas hijas, no podremos elegir y perdonaremos cada herida, como con las buenas amantes, nos devorarán los celos y su ausencia.
Pero al cabo, en el fondo, y aunque uno entre en el juego de la huida y el regreso, ella no puede sino tornar, volver a hechizar las noches, salvarnos de ese mundo de mensajes zafios y vidas vacías que acechan, desnudarnos y embaucarnos, embelesarnos con su magia y sus palabras.
Hacía mucho que la diosa literatura no se quedaba a dormir. Sólo, de vez en cuando, aparecía unos momentos para que no la olvidase. Debía andar ocupada en tantos frentes invadidos de mediocridad y mensajes simples, de franquicias de sentimientos y genocidio de inteligencia, pero tenía que regresar, siempre lo hace, por saberse preferida...
Estaré a su disposición, para responder a sus inquietudes. Saludos