María vive con su padre, un joven de 35 años que sufre de endocarditis infecciosa. Su padre se llamaba Mauricio, y su madre, Angie.
El hogar que trajo al mundo a María, compuesto por Angie y Mauricio, quedó destruido cuando apenas ella tenía dos años, tras el aparecimiento en la vida de su madre, de otro hombre; “Richar”, un sicópata disfrazado de hombre de buena fe que con engaños logró seducirla.
Tiempo después, Richar y Angie traen al mundo a un lindo niño, no deseado por el sicópata, y es allí donde comienza el suplicio de Angie, quedando en la sumersión de la peor de las crisis que una mujer puede sufrir, y como consecuencia, la pérdida de los derechos sobre María, que, a partir de ese momento, queda bajo el exclusivo cuido de su amoroso y religioso padre, y además, de una mujer vecina, (doña Amparo), que cuidó a los padres de la singular niña, desde que éstos eran infantes.
Con su singularidad y extraordinaria belleza, amabilidad, ternura, servicio a los demás y un sentimiento filantrópico, María se gana el amor y cariño de propios y extraños, pero sus características físicas atraen la atención de hombres con mentalidad obscura y bellaca que se convierten en sus acosadores. Pero los sufrimientos de su madre al lado de un malísimo hombre, hace de su vida un calvario diario.
La madre de María es enviada a prisión por un homicidio que no cometió y María junto a su pequeño medio hermano, Osiris, enfrentan las iras de una violenta, peligrosa y poderosa familia salvadoreña.
Finalmente, María y sus pequeños hermanos, (Osiris, su medio hermano y Chavita, un niño vecino a quien también ve como tal), reciben del Cielo un excéntrico premio; dos mamás, dos hermanas, y la confirmación de una vida nueva y dichosa.
Al final del relato, María refleja en el nacimiento del niño Dios, como una profecía, cómo será el fin de los malos y las personas que mancharon sus manos y su conciencia, con la sangre del crimen. Además, se aprecia, en un cielo espléndido, cómo las nubes forman el nombre de MARIA, cuyo objetivo es demostrar que todo mártir, todo sufriente, todo justo y todo niño maltratado, tiene su nombre escrito en el Cielo.